Despropósitos

Descubrirme y contraponerlos,
Cortar el cable (azul, verde, rojo) que desactiva el mecanismo
(o, al menos, que la implosión sea bella).
Dejar de escribir poemas como:

“Si es que este maldito sentimiento,
Soluble en sangre y otros fluídos menos acuosos,
No precipita hasta mis piés
Dejando más secas aún sus plantas
Y liberándome de este sabor a sal;
Si continúa corriendo por mis venas
Con ese sprint constante que mi corazón ejerce
Volviendo amarillas, verdes, mis cicatrices, (mi saliva),
Arañándome los ojos al llorar;
Quizás mi cuerpo se termine acostumbrando.
Denme, si es así, mi carné de fakir,
De escupefuego manso que,
Tosiendo, deja pasar los días.”

Dejar de quererlos también, como si fueran parte,
Son sólo juez casposo y extraviado
De este extraño que se extraña
De este huraño que se araña
Cuando escribe un pareado.