8/9/07

Contactos

Por una u otra razón, Luis se encontraba en la esquina más oscura del café prendiéndole fuego a un sobre de azúcar cuyo mensaje era: Amar no es mirarse el uno al otro; es mirar juntos en la misma dirección. Puede que el autor de “El principito”, al escribir esta frase tuviese más éxito que al dibujar cómo una boa digería a un elefante, en cuyo caso ciertos observadores engullidos por su adultez confundieron su obra con el dibujo de un sombrero, pero tampoco podríamos decir que esta cita tuviese mucho más éxito en las manos de Luis, en las que las palabras se mezclaban con el caramelo derretido.
No indagaremos en los sucesos pasados que hacen que el que puede que llegue a ser nuestro amigo se comporte así; en lugar de eso seguiremos sus huellas para conocer los acontecimientos que han de venir, ya que mientras reflexionábamos sobre el escritor francés, el joven de mirada turbia ha salido del café.

Tras colocarnos al hombro la cámara de la imaginación, seguimos a Luis con instinto de paparazzi y, aprovechando nuestra invisibilidad de lector, acercamos la oreja al móvil del chico de las botas sucias (no cometamos el error de desprestigiar tal suciedad, ya que gracias a ella podremos fisgonear en la vida de Luis).

- Hola, soy Bea, si tienes algo importante que decirme dilo después de la señal.

Y tras la señal el teléfono vuela hasta el tejado de un quiosco.
Por el ventanuco del quiosco se asoma una vieja de frente arrugada y manos ásperas, mira detenidamente al lanzador de móviles y tiende un periódico hacia él.
Luis se acerca al quiosco y coge el periódico con cara de extrañado, le da las gracias y se da la vuelta con él.


- Es un euro.

El chico de la mirada turbia, las botas sucias... en fin, Luis, queda paralizado, se vuelve, le da el euro y se va.
Podríamos pensar que todo lo ocurrido alrededor de esta estructura cúbica ha sido una estrategia de marketing y comercio, pero nuestra curiosidad nos hace aligerar el paso hasta nuestro intento de colega y asomarnos por encima de su hombro (es por su bien, pensamos disculpando nuestra actuación tan infantil, además de adjudicarle así este tipo de comportamiento a esas personitas que seguramente acaben degradando a sus generaciones futuras al igual que lo hacemos nosotros).
Luis comenzó a leer el periódico con poca atención, hasta que se dio cuenta de que no se trataba de un periódico normal; este era un conjunto de páginas catastrofistas entre las que podemos destacar temas como el asesinato de Luther King, el campo de concentración de Auschwitz, las cenizas del Vesubio que sepultaron Pompeya, el incendio de la biblioteca de Alejandría, la desaparición de mujeres en Ciudad Juárez, guerras en multitud de lugares, violaciones, atentados terroristas... Mientras seguimos leyendo sucesos no muy difíciles de encontrar en un periódico común, nos percatamos de la fuerza con la que empieza a apretar el periódico; saltamos hacia atrás para tener una visión más amplia suya y percibimos cómo la flaqueza se va apoderando de sus rodillas, incluso podemos llegar a intuir por su manera de tragar saliva la dilatación de su faringe, y el aumento de turbidez de los ojos del colega nos reafirman la tristeza (puede que simplemente sea biológica, pero aun así es tristeza) que devora a Luis.
Al llegar a una de las últimas páginas, nuestro amigo deja de andar, pone cara de asombro y parece releer varias veces un mismo apartado del periódico. Volvemos a asomarnos por el hombro de Luis con la intención de conocer las palabras que tanto escaman al joven de las botas sucias; su mirada fija en la sección “contactos”, justo en un apartado en el que pone:


Bea. No todo es tan malo, llámame.

Omitiremos el número de teléfono que sigue a esta frase para que no colapsen el teléfono de esta chica, ya que Luis corre sobre sus pasos para volver hasta el quiosco en el que ahora hay un cartel de “cerrado por defunción”; no sin quedar traspuesto por el cartel, Luis sube por las rejas hasta el techo del quiosco.
Como buenos lectores que somos, tenemos la capacidad de levitar hasta alcanzar la altura a la que se encuentra nuestro buen amigo Luis, y observamos como vuelve a llamar a Bea.
Por hoy hemos leído bastante, esperemos que todo salga bien.

1 comentario:

Alberto Ayala dijo...

A mí este era el que más me gustaba... (Nu sé!)