17/11/07

Balas perdidas

Era una noche tranquila, no hacía demasiado viento, comenzaban a secarse las ropas de los soldados, aunque sus pies seguían calados debido a que el agua de la lluvia se depositaba en la trinchera hasta la altura de sus tobillos. El enemigo no había dado señales de ataque inminente, por lo que en la trinchera inglesa solo quedaban despiertos cuatro soldados, apostados a lo largo de ésta pendientes de cualquier movimiento en la trinchera enemiga.
El soldado Reynolds, situado en el extremo derecho haciendo guardia, quedaba a pocos metros de un pequeño montículo de cadáveres que se había ido incrementando en los últimos días. El hedor comenzaba a hacerse insoportable, pero aun así Reynolds mantenía su posición alerta.
De pronto descubrió un movimiento extraño entre las fuerzas alemanas, se alertó más aun, pero antes de avisar a su oficial más cercano de que comenzaba a erigirse un segundo árbol en la trinchera enemiga, se apresuró hasta el soldado que hacía guardia cercano a él.
-¡Hey!, ¡¿qué coño es eso?!
El soldado quedó desconcertado unos segundos y dijo:
-Joder... es Nochebuena.
Tal soldado mantuvo su posición mientras Reynolds acudía a avisar al oficial más cercano de la situación. El movimiento de ambos desde sus aposentos hasta el borde de la trinchera alertó a varios soldados que acudieron más por curiosidad que por afán militar a los límites de ésta.
Siete eran los árboles que habían erigido ya los militares alemanes a lo largo de su barricada, mientras el número de curiosos en el bando británico aumentaba enormemente.
Los oficiales ingleses acordaron que la acción no parecía bélica, por lo que al encenderse el primer árbol ya estaba toda su tropa asomada por el extremo de la trinchera.
Al encenderse el séptimo árbol empezó a sonar a lo lejos “Noche de paz” en alemán; fue entonces cuando los vellos de Reynolds y de varios más se erizaron y los brazos de todos pasaron por encima de los hombros de sus compañeros, olvidando el peligro de asomarse de esa manera frente al enemigo.
Al acabar el villancico en alemán fueron los británicos los que entonaron su versión inglesa como respuesta.
Pasó así la noche entre cánticos por parte de ambos bandos, hasta que al rayar el alba varios alemanes se decidieron a salir de sus trincheras y esperar en lo que hasta entonces había sido Tierra de Nadie a sus adversarios británicos. Los cuales no tardaron mucho en salir demostrando su euforia al darse una situación tan extraña.
Los oficiales de ambos bandos se sintieron realmente atraídos por acercarse al bando enemigo e intercambiar risas y algunas palabras con ellos, pero todos actuaron en pro de su ejército sabiendo que desde entonces esta batalla no sería igual. Poco pudieron hacer, ya que los soldados habían comenzado a intercambiar tabaco y chocolate por salchichas y cerveza, mezclando vicios e historias.
Ambos bandos acordaron que aquella tarde habría una tregua para enterrar dignamente a sus muertos, pero antes de esto improvisaron un balón y jugaron un partido de fútbol ingleses contra alemanes. No podían creer que a la mañana siguiente se reanudaría la guerra contra sus iguales.
Tras enterrar los cadáveres se despidieron ambos bandos acordando que a las 7 de la mañana del día siguiente, tras tres disparos al aire del ejército inglés, la guerra continuaría.
Aquella noche la satisfacción de ambos ejércitos era plena, habían conocido al enemigo y descubierto que eran iguales a ellos, que también tenían una familia esperándolos, que todas las muertes habían sido en vano.
Fue Reynolds el que a las siete de la mañana levantó una bandera en la que ponía Feliz Navidad, siendo respondida esta desde el frente contrario por una en la que se leía Felicidades. La segunda bandera le cedió el momento a Reynolds para que éste lanzara los tres tiros al aire y recomenzara la batalla.
Los soldados desde sus posiciones disparaban por encima de las cabezas de sus adversarios. Por mucho que los oficiales los azuzasen, en los tres días siguientes no hubo ni un sólo muerto en aquellas trincheras. Balas perdidas. Fuego a discreción al infinito. Miradas sin odio.
El día de Año Nuevo llegaron nuevos soldados de la reserva para continuar lo que otros hubieron empezado pero nunca pudieron acabar.
Reynolds murió de viejo.

2 comentarios:

illeR dijo...

Me encanta esta historia, me emociona siempre que escucho hablar de ella.
¿Has visto la peli sobre esto de Daniel Brühl? Yo me quede con las ganas :(

http://www.filmaffinity.com/es/film744130.html

Alberto Ayala dijo...

Yo conocía la historia de un documental de estos del canal Historia... me quedé tieso! Sentí la responsabilidad de que la conociese el mayor número de gente posible, y por eso la escribí. No sabía que hubiese ninguna película, otra cosa para buscar.

Talué!